2. Fundamentación teórica

2.3. La profesionalidad ampliada

Las perspectivas que han guiado la formación del profesional de la educación, que hemos visto en el apartado anterior, nos ayudan a caracterizar dos grandes maneras de entender la idea de profesión, como son la profesionalidad ampliada y la profesionalidad restringida (Hoyle en Imbernón, 1994, pág. 30).

La profesionalidad restringida concibe la tarea de manera limitada a la acción para la cual un profesional se ha formado, habitualmente dentro de un marco tecnocrático de competencias cerradas, que se aplican en un contexto muy delimitado (el aula, el grupo educativo, etc.) y que están claramente dirigidas a la acción resolutiva de carácter inmediato, y no tanto a la reflexión.

La profesionalidad ampliada concibe la tarea de manera equilibrada entre el uso inmediato de competencias concretas en un marco muy delimitado y la reflexión sobre los problemas que hay que abordar y la función social que se asume en el ejercicio profesional, dentro de una actitud predispuesta y abierta a la construcción de conocimiento y a la transformación social.

Mientras que la primera concepción se corresponde con el paradigma técnico de formación en competencias, la segunda se relaciona directamente con el paradigma crítico-reflexivo que adoptamos en el marco del Prácticum.

En la tabla 3 se puede ver una comparativa entre estas dos perspectivas de entender la profesionalidad docente.

Tabla 3. Profesionalidad restringida frente a profesionalidad ampliada, según Hoyle

Profesionalidad restringida Profesionalidad ampliada
  • Destrezas profesionales derivadas de experiencias.
  • Perspectiva limitada a lo que es inmediato en el tiempo.
  • Acontecimientos y experiencias del contexto educativo percibidos aisladamente.
  • Metodología fundamentalmente introspectiva.
  • Valoración de la autonomía profesional.
  • Limitada participación en actividades profesionales no relacionadas exclusivamente con la práctica profesional.
  • Lectura poco frecuente de literatura profesional.
  • Participación en tareas limitadas de formación en cursos prácticos.
  • La acción se ve como una actividad intuitiva.
  • Destrezas derivadas de una reflexión entre experiencia y teoría.
  • Perspectiva que contiene un amplio contexto social de la educación.
  • Acontecimientos y experiencias del contexto de intervención percibidos en relación con la política y las metas que se hayan marcado.
  • Metodología fundamentalmente colaborativa.
  • Valoración de la colaboración profesional.
  • Alta participación en actividades profesionales adicionales a sus intervenciones en el contexto de trabajo.
  • Lectura regular de literatura profesional.
  • Participación considerable en tareas de formación que incluyen cursos de naturaleza teórica.
  • La acción se ve como una actividad racional.

Fuente: Imbernón (1994), pág. 30.

Desde nuestro punto de vista, el profesional se tiene que formar en esta segunda dirección, que, a pesar de que plantea retos complejos, es la que se ajusta mejor a un tipo de profesión caracterizada por ser dinámica, cambiante y compleja. Precisamente, el hecho de estar expuesto permanentemente a situaciones nuevas con altas dosis de crisis requiere una capacitación para gestionar de una manera adecuada este marco de incertidumbre. Los profesionales en estos contextos necesitan una formación específica para moverse en entornos de esta naturaleza, lo que no aporta la formación tecnocrática o de competencias, muy pensada para situaciones estables y muy definidas.